15/10/15

Y ¿vivieron felices para siempre? [15-10-15]


Y ¿vivieron felices para siempre?

El problema no radica en si la vida nupcial conviene o no, sino en la manera en que se asume: como dos individuos que se unen o como dos "medias naranjas" que buscan complementarse a través del otro. En vez de sacrificar proyectos y gustos, hombre y mujer deben aprender diariamente a comunicarse y compartir sin interferir en la privacidad del cónyuge


Los grandes desencantos y problemas en el matrimonio suelen tener un denominador común: esperar que el compañero (a) sea quien supla las deficiencias emocionales, de seguridad y proyectos de vida propios, cosa que no sucede. No es nada nuevo, pero sigue siendo común escuchar frases como "creí que me haría feliz y que gracias a él (ella) iba a superar mi miedo a la soledad", luego de una discusión o un rompimiento.

Esto ocurre porque los seres humanos contamos con un ideal de pareja que tratamos de moldear en otras personas, hasta encontrar a alguien con quien haya más o menos coincidencia; de este modo, cuando Cupido da el flechazo corremos el riesgo de depositar demasiadas expectativas en nuestra pareja que, al no cumplirse conforme avanza la relación, generan insatisfacción y conflicto.

Primero, con uno mismo, luego con la pareja

Algo que ayuda a prevenir o manejar situaciones conflictivas en la pareja es desarrollar la capacidad de observarse a uno mismo, pues aunque no siempre es agradable aceptar las propias fortalezas y debilidades, es muy útil para no culpar al otro de lo que no le compete. Además, cuando existe claridad sobre uno mismo es más fácil pedir ayuda para iniciar alguna terapia en pareja o solucionar problemas típicos, como:
  • Deficiencias en la comunicación, que se encuentran condicionadas por diferencias de estilos, cultura, género u otros factores.
  • De memoria, pues aunque muchas discusiones se centran en hechos o frases del pasado, debe reconocerse que en ocasiones los recuerdos fallan.
  • Falta de reciprocidad, que se da cuando olvidamos lo importante que es contar con la disposición de oír, no sólo de ser escuchado.
Enfrentar el enojo
Durante un conflicto, hombre y mujer suelen enojarse y ponerse tensos, volviéndose ciegos y sordos. Ya que esto impide percibir enfoques positivos de la relación, debe tenerse madurez para asumir que en toda pareja existen malentendidos que pueden provocar ira y resentimiento; lo mejor es serenarse y buscar una solución común.

Cuando hostilidad y mal humor se hacen presentes, es válido ignorar el enojo del otro, pero avisándole a la pareja que su enfado va a ser ignorado, sin reprochar y hablando siempre desde uno mismo de manera clara: no hay que tener miedo de decir "no me agrada tu conducta". Si el problema no es trascendente, puede cambiarse el tema de conversación por algo mutuamente placentero, incluso invitar al otro a hacer algo gratificante para ambos.

Si el problema es más fuerte, es preciso marcar un límite, siempre manifestando la inconformidad pero evitando las reprobaciones. Es prudente otorgar al otro el tiempo necesario para que recapitule sobre lo ocurrido y, en contraparte, debe asumirse con madurez el que la pareja actúe de igual modo en caso de que uno mismo sea quien se enfureció.

En un momento de hostilidad todavía más intenso, se recomienda:
  • Pensar desde uno mismo y tomarse un "tiempo muerto" para recomponerse, no para ver si el otro se calma.
  • Si decide alejarse, informar a la pareja dónde va a estar y cuánto tiempo tardará en regresar.
  • Hacer clara la disponibilidad para hablar del tema.
  • Es importante no culparse ni culpar al otro por los problemas. Las acusaciones raramente ayudan a encontrar la verdad.
Reciprocidad para entenderse mejor

Además de cualidades como compromiso, lealtad y respeto mutuo, se necesita que en la pareja exista reciprocidad en relación con la tolerancia a los defectos del otro, así como disposición a adaptarse a circunstancias adversas, no la obtención de "afecto" por la fuerza, a través de chantajes, amenazas y exigencias.

Por esto, es importante sensibilizarse a los comentarios agradables y halagos que hace el cónyuge, muchas veces ignorados en medio de la rutina, ya que son importantes para aumentar el conocimiento y conciencia de que la pareja realmente se aprecia. Posiblemente ambos dejaron de realizar aquellos detalles que gratifican al otro sin darse cuenta.

Un truco para salvar este problema: cada integrante de la pareja puede llevar un registro de todas aquellas actividades o detalles que el otro ha realizado y que le han sido especialmente valiosos; cada dos días, intercambiarán sus anotaciones para constatar cuáles son las actividades más gratificantes.

Expectativas insatisfechas
Las expectativas juegan un papel fundamental en el matrimonio y, de manera general, podemos decir que se crean a lo largo de la vida, particularmente a partir de la influencia de la familia de origen, de relaciones anteriores y de cultura. Aunque pueden funcionar como motor de conexión e intimidad nupcial, son también fuentes de frustración si no han sido satisfechas.

A continuación tres pasos simples para evitar enfrentamientos por este motivo:
  • Saber qué es lo que se desea de la pareja.
  • Tener en cuenta las expectativas personales, que deben ser razonables y realistas.
  • Ser claro al expresar lo que se espera del otro.
Muchas veces se da por sentado que uno u otro individuo debe entender lo que su "media naranja" siente, por lo que para muchos llega a ser molesto dar explicaciones. Es frecuente escuchar que cuando se tienen que pedir y dar aclaraciones es porque "algo anda mal en la relación", pero ¡cuidado!, es una trampa ocasionada por idealización, ya que solemos pensar que una buena pareja "se comunica sin palabras" y se entiende "como si se conociera de toda la vida". La verdad es que no se puede confiar en la adivinación del pensamiento, por lo que es mejor hablar abiertamente de temas fundamentales, sobre todo si una relación de noviazgo tiende a formalizarse.

Por ello, considere los siguientes temas:
  • ¿Cuánto durará su relación?
  • ¿Quieren tener hijos?, ¿cuántos?, ¿deben relegar su carrera profesional?
  • Frecuencia de sus relaciones, hábitos y tabúes referentes al sexo.
  • ¿Qué significa la lealtad para cada uno?
  • ¿Piensan encarar la vida cómo un equipo o como individualidades distintas?
  • Creencias religiosas.
  • ¿Cuántas horas al día pasarán juntos?, ¿con la familia, amigos o solos?

Guerra contra la rutina

La vida en compañía de otra persona provoca que se adquieran hábitos, los cuales son útiles cuando ayudan a la convivencia, pero se vuelven una carga cuando se transforman en rutina. Si la mancuerna amorosa empieza a creer que ya no hay nada nuevo en el horizonte, puede tomar en cuenta lo siguiente:
  • Nunca dar por segura la relación. Es más sano mantener una actitud de conquista y seducción diaria.
  • Compartir emociones y sentimientos, y hablar acerca de ellos.
  • Hacer concesiones y negociar cuando surjan diferencias.
  • Nunca dejar que los malentendidos se acumulen.
  • Escuchar con atención los reclamos de manera abierta y comprensiva, evitando una reacción defensiva y procurando el diálogo.
  • Buscar la satisfacción de necesidades propias, así como mantener un espacio personal: aficiones y amistades individuales. Cuanto mejor se está con uno mismo, mejor podrá estar con los demás.
  • En correspondencia, respetar la intimidad de su pareja.
  • Cuidar la privacidad de la pareja (procurar en ocasiones viajar solos, sin hijos, ni amigos).

¿Existe la pareja ideal?

Para lograr una relación estable y plena es necesario que hayan coincidencias básicas sobre el modo que se entiende la vida, por ello cada uno de los integrantes del dúo amoroso debe tener cierta claridad sobre quién es, metas individuales en distintas áreas de la vida, sueños e intereses propios, así como la seguridad de poder responder por sí mismo ante las dificultades que se presenten, no sólo en el terreno económico, sino también en el emocional.

info7.com

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