9/4/16

El nido vacío ayuda a reevaluar la relación de la pareja [9-4-16]

  
El nido vacío ayuda a reevaluar la relación de la pareja

El tiempo pasa y los hijos crecen. Por ley natural, esos vástagos llega un momento en que deciden remontar el vuelo en solitario y abandonan el hogar. Lo normal es que los padres acepten esta partida, pero algunas parejas sufren un fuerte choque emocional. Quienes así reaccionan pueden padecer el síndrome del nido vacío.

La película El nido vacío, del realizador judío argentino Daniel Burman, se llevó la Concha de Plata del pasado Festival de San Sebastián (norte de España), gracias a la interpretación de su protagonista masculino, Oscar Martínez. También recibió el premio a la mejor fotografía gracias al trabajo realizado por el cámara Hugo Colace.

Quienes más suelen sufrir este síndrome son aquellas madres o padres que han hecho de la vida de sus hijos el eje de su existencia, descuidando otras parcelas de la autonomía personal y sin percatarse de que esa dedicación tiene una fecha de caducidad.

Según la terapeuta familiar y psiquiatra Ana María Medina, este síndrome hace referencia ``a los sentimientos depresivos de vacío, tristeza, inutilidad, falta de sentido de la vida, con grados variables de angustia, que experimentan algunas personas, en relación con la partida del último hijo del hogar, como parte del proceso normal de independencia y autonomía''.

Y si bien la partida de los hijos coincide con la llegada del climaterio de la mujer, la especialista considera que esta situación ``no precipita ni predispone necesariamente'' a vivir de forma depresiva el abandono del hogar de los descendientes.

Los expertos en este déficit emocional aplican a los afectados que acuden a sus consultas de terapia un protocolo que incluye dos pasos fundamentales para superar el problema: hacer el duelo (admitir con todas las consecuencias que los hijos han cortado definitivamente el cordón umbilical) y recuperar las aficiones perdidas por la falta de tiempo implicada en la atención a los vástagos.

El síndrome del nido vacío ha ido creciendo desde el punto de vista epidemiológico a medida que el nivel de vida de las sociedades industriales ha aumentado.

El descenso de la natalidad en este tipo de sociedades ha ido parejo al incremento de este problema, debido a que las familias han perdido su identidad ancestral y hoy abundan los hogares monoparentales o de no más de tres o cuatro miembros.

Por otra parte, en el ámbito anglosajón es habitual que muchos de los hijos abandonen el hogar paterno una vez que han cumplido la mayoría de edad, una costumbre que se contrapone con las costumbres de los países latinos o menos desarrollados, donde los ancianos tienen una gran respetabilidad y sus descendientes se comprometen de facto a cuidarlos hasta el final de sus días, por lo que el síndrome del nido vacío tiene una incidencia menor.

Asimismo, la crisis económica actual ha provocado situaciones regresivas previsibles. Muchos hijos que se independizaron tras conseguir un trabajo y un salario que les permitía acceder a una vivienda y a un nivel de vida digno, ahora se han visto obligados a volver al hogar paterno, en ocasiones acompañados de su pareja y los vástagos habidos en esa unión.

También es común el caso de descendientes que pierden la casa al divorciarse y vuelven al hogar paterno por no disponer de otro techo bajo el que cobijarse.

Otra consecuencia de la crisis son los hijos que alargan indefinidamente la estancia en el nido familiar debido a que las condiciones económicas no les permiten remontar el vuelo para lograr la independencia.

No obstante, los expertos advierten de que la falta de distancia física entre padres e hijos ``retornados'' no impide una distancia psíquica que a veces degenera en graves conflictos de convivencia.

Al haber cambiado los roles de los miembros de la unidad familiar, con la nueva situación queda por definir quién debe ostentar la autoridad del hogar y tomar las decisiones más difíciles.

Cuando la situación de independencia se ha hecho irreversible, ésta suele coincidir con el fin de la vida laboral de los progenitores por lo que se presenta una excelente oportunidad para viajar a aquellos lugares con los que soñaron, de acuerdo con las recomendaciones de los terapeutas y siempre que las condiciones financieras lo permitan.

Algunos padres previsores y exentos del síndrome cambian de residencia, una vez que los hijos se han independizado y ellos han concluido su vida laboral.

De esta manera resulta más difícil a los vástagos dependientes plantear el retorno y los padres evitan la quiebra de la tranquilidad que siempre desearon a la hora de la jubilación.

El Síndrome se puede ahuyentar también con un aprendizaje de la diferenciación entre el yo paterno y el tú filial y una asunción de una autonomía, tanto personal como de los vástagos ausentes, en su relación con los progenitores.

Por último, la marcha de los hijos obliga a reevaluar la relación de pareja y a recuperar sentimientos olvidados.

Gerardo Castillo, profesor del Departamento de Educación de la Universidad de Navarra (norte de España), define las claves del éxito en el amor conyugal en su libro La camisa del casado feliz. El secreto de los matrimonios que funcionan.

``Hay que recomenzar siempre, reestrenar el amor cada mañana, evitar `acostumbrarse' a vivir con el otro cayendo en la rutina. El verdadero amor sabe inventar, sabe renovarse con creatividad'', dice Castillo en sus conclusiones. •

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